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sábado, 19 de abril de 2008

Las excavadoras acaban en Feáns con una capilla del siglo XVIII protegida por Patrimonio


.................................................................XOSÉ CASTRO
Los residentes en el lugar piden al Ayuntamiento que vigile las obras y realice una nueva plaza en la zonaFeáns se dejó en el camino una parte de su historia durante las últimas semanas. Una obra acabó con la estructura que aún quedaba en pie de la capilla del antiguo Pazo Encantado. Ese recinto, construido durante el siglo XVIII por Luis Martínez y Bernardo Álvarez Becerra, dos prohombres de la época, constaba de la residencia propiamente dicha, de un palomar y de la estancia religiosa. Del sagrado lugar ya no quedan más que unas cuantas piedras de diminutas dimensiones esparcidas por el suelo. En su lugar se abre paso una explanada que será una futura carretera para la nueva urbanización que está proyectada
L. POUSA / F. ESPIÑEIRA
Localidad:
A CORUÑA
De nada le sirvió a las ruinas de la antigua capilla del Pazo Encantado el teórico salvoconducto a la eternidad que parecía concederle el departamento de Patrimonio de la Xunta de Galicia, al etiquetarla con la distinción de protegida.
«El principal argumento para evitar cualquier demolición era su antigüedad. Casi trescientos años de vida permiten imaginar un pasado esplendoroso, digno de ser recuperado para engrandecer su entorno», explica uno de los vecinos de Feáns que no entiende las razones de la demolición de la vieja iglesia.
Malestar
Como él, son muchos los que susurran su disgusto. Algunos proponen incluso pedir cuentas al Ayuntamiento para que explique su postura ante lo que estiman un desatino. «Una vez, no hace mucho, nos prometieron construir aquí un gran parque y recuperar de paso el entorno de las tres estructuras que componían la antigua quinta del Pazo Encantado», recuerda una de las mujeres que reside en la zona y que presume de tener una buena memoria.
En su corrillo, todos dan por perdida la batalla contra las palas y las excavadoras en el caso de la capilla. Pero el palomar y la casa principal son ya otro cantar. «Forman parte de nuestra historia y habrá que defenderlas como sea», reclaman los más beligerantes.
La mayoría de los vecinos piensa de esta forma. Mientras, el viejo pazo sigue recubierto de una espesa maleza que ha hecho de sus pedestres muros un vergel de enredaderas.
«Es cierto que está un poco abandonado todo el entorno, pero es preferible tenerlo así a que lo destruyan para construir una urbanización», dice otro de los testigos de la historia.

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